jueves, 11 de abril de 2013

Carbono Azul – Un proyecto innovador para el desarrollo socioeconómico sostenible en Costa Rica


Carbono Azul es un proyecto que lleva ya dos años en ejecución, gracias a la Fundación Neotrópica, en los humedales del sur de Costa Rica, en Golfito. Los humedales de esta zona llevan periodos de tiempo indefinidos en regresión, por causas todavía inciertas, pero que se sospecha que tiene que ver con la falta de un desarrollo sostenible para el ecosistema y la sociedad. Además, esta zona coincide con una de las regiones más pobres del país. Fundación Neotrópica busca resolver el problema ambiental, social y económico de la zona con este proyecto innovador, Carbono Azul.


Costa Rica tiene una extensión de 37 mil hectáreas de humedales, pero no se están cuidando bien. Biológicamente, los manglares constituyen el hábitat de especies migratorias de aves, reptiles y de numerosos peces juveniles, moluscos, crustáceos, y demás animales marinos. Aproximadamente el 70% de los animales marinos que consumimos realizan alguna de su fase biológica en este ecosistema. Si se destruyen los manglares, se pierde un gran volumen de especies marinas comercializadas, por lo cual la protección de los manglares es de importancia para los pescadores. La estructura de las raíces de los manglares también protegen las costas contra la erosión marítima, y el alto bosque que se forma evita también la erosión eólica. Por lo tanto, es de interés comunitario conservar los manglares, especialmente para los agricultores que cultivan detrás de los manglares y necesitan conservar sus tierras. Internacionalmente, al ser el ecosistema con mayor capacidad de fijar CO2 y al tener una gran capacidad de atrapar otros contaminantes, todos tenemos la responsabilidad de conservarlo.
El problema social vinculado a la conservación de los humedales de la zona del Golfo Dulce y todas las zonas con más áreas silvestres es que coinciden con las zonas de menor índice de desarrollo social. Es mucho más difícil hacer que las comunidades se involucren en los procesos de conservación cuando tienen un índice de desarrollo social bajo.



Carbono Azul no es simplemente un proyecto ambiental, sino socioambiental. Ya se conoce la idea de “el que contamina paga”, la internalización de los impactos ambientales a través de impuestos pigouvianos (pagar unos impuestos según los costes reales que percibe la sociedad), del mercado de derecho de emisiones o carbon bonds (a cada empresa le es asignada una cantidad de derechos de emisión gratuitamente pero que igualmente favorece la reducción de emisiones de CO2 al permitir el libre mercado de estos derechos entre empresas), y ahora el nuevo método de subasta de derechos de emisión (vender los derechos de emisión mencionados anteriormente). Estos métodos han permitido que, para compensar la huella de carbono de muchas empresas, éstas planten árboles en una zona lejana, o compren terrenos de bosques que, teóricamente, contrarrestan el impacto ambiental de sus emisiones. El objetivo es, por lo tanto, intentar alcanzar emisiones de dióxido de carbono neutras; un objetivo deseable.

Carbono Azul tiene como objetivo ir más allá de estas ideas. El medio ambiente es un sistema en el cual todos estamos vinculados con él: vivimos en él, usamos sus recursos, y es la naturaleza la que recibe nuestros residuos. Al formar un vínculo con ella, no podemos tratar a la naturaleza de forma separada. El nuevo proyecto de Neotrópica no separa los factores sociales y ambientales, ya que, de por sí, la mayoría de los problemas ambientales o sociales vienen ligados entre sí: son problemas socio-ambientales.


Lo primero que hizo Neotrópica al empezar este proyecto fue hacer una valoración de los servicios ambientales de la zona. Esto no significa que se están entregando al capitalismo por asignar un valor monetario. Sólo se está traduciendo la importancia de la conservación en términos más “comunes”: la moneda. Además de darle una valoración de los servicios ambientales, también se incorporan procesos participativos para darles también voz a las comunidades de decir el futuro que desean y cómo alcanzarlo. El resultado de esta participación demuestra que esta comunidad no se opone al desarrollo, pero no quiere un desarrollo sin un plan de manejo que evite la destrucción de los manglares, como ha ocurrido en las costas del norte de Guanacaste. De esta forma se logra un compromiso social ante la conservación y se está resolviendo un conflicto socio-ambiental que lleva años ahí.

Sin embargo, todo esto necesita una gran entrada de financiamiento. Como en Costa Rica los manglares son propiedad pública y el Estado no invierte recursos en esta zona, no se ejecutan medidas para conservar el ecosistema. Neotrópica desarrolló un modelo comunal en el cual, por un costo más o menos razonable, también se obtiene un desarrollo social. En términos delicados es muchísimo más caro que el carbono que las empresas están comprando, unos $4 por tonelada de CO2 provenientes de la combustión del gas según SENDECO2, mientras que en este proyecto se les paga $200. ¿Por qué esta diferencia? Porque no sólo se están incluyendo las toneladas de CO2 que están compensando, sino que también están incluyendo dentro de su programa de responsabilidad social cooperativa la ventaja de poder afirmar que están incluyendo un proceso social. Esto es lo que llaman el mercado boutique. Neotrópica no sólo hace reforestación de manglares, sino que sigue este modelo de compromiso social importantísimo en cuanto a una mejor conservación, lo cual lo hace sostenible.

Esta diferencia en comparación con otros modelos de reforestación ha atraído ya a dos donantes: Volkswagen y Davines. Cada donante da por lo menos 8mil dólares para abrir un vivero por año. La idea sería seguir consiguiendo financiamiento todos los años, de modo que sea un monto siempre rotativo en el cual por lo menos el 82% de los ingresos repercuta en la comunidad.

¿Pero cómo este tipo de proyecto evita la dependencia, si siempre se tienen que aportar anualmente 8mil dólares? Como el financiamiento proviene siempre de varias fuentes, no dependerá sólo de un donante. Neotrópica proporciona exclusividad límite: sólo puede haber una empresa por sector empresarial y que cumplan unos requisitos ecológicos. Por ejemplo, ahora que ya está aportando Volkswagen y Davines, no podrán aportar más empresas automovilísticas ni cosméticas. Una de las ventajas de esto es que, al mismo tiempo, se atraen otras empresas y se crea un mercado competitivo de marketing verde. Todos quieren tener su logo en un proyecto como éste.

Neotrópica espera que el proyecto eventualmente encuentre mecanismos de autofinanciamiento local mediante nuevos emprendedores locales, uno de los compromisos en el desarrollo social de la comunidad que tiene Carbono Azul y que ya se está llevando a cabo, o una reducción de necesidad de recursos a medida que el proyecto se va solidificando y se va restaurando la zona, aunque se prevé que tardará unos 20 años más en alcanzar este objetivo.

Sin embargo, este proyecto ha generado algunos conflictos dentro de la comunidad. En el proyecto Carbono Azul, Neotrópica sólo actúa como mediador: se encarga de que se financie correctamente el proyecto para cumplir con los objetivos, y actúa como planificador y ejecutor de dicho proyecto. Por ejemplo, la Fundación se asegura de que, en cuanto a la Asociación de pescadores de la zona (ASOPEZ), se destinen parte de los recursos en la construcción de viveros, en el transporte por barca a través de los manglares para recolectar las semillas de mangle, en el trabajo que los pescadores le dan a este proyecto y también se aseguran de que parte de los recursos vayan destinados al desarrollo comunal, puesto que es un proyecto socioambiental.

Puesto que se trata de un proyecto socioambiental que fomenta el proceso participativo y busca además el desarrollo social, se incentiva a que sea especialmente la comunidad la que se encargue de su ejecución, provista de los recursos que le aporta Neotrópica. Uno de los conflictos que se encontró Neotrópica es que ASOPEZ buscaba aumentar el beneficio monetario que recibirían: querían modificar el contrato para que se les pagara más por su mano de obra y que se pagara más por el mantenimiento de sus barcas cuando la Fundación organizaba una recogida de semillas por manglares. Desde mi punto de vista, creo que los locales no eran conscientes de que estas modificaciones reducirían los recursos disponibles para otras inversiones que se necesitarían llevar a cabo para cumplir los objetivos del proyecto en el presente o de cara al futuro: alcanzar una mayor sostenibilidad de los recursos y de la comunidad.

Dicho económicamente, la ASOPEZ daba a los recursos que les aporta el proyecto y los humedales una tasa de descuento social alta. Una tasa de descuento social indica el valor que la comunidad da a los recursos que les aportan los humedales en el presente, en comparación con el valor que tendrían los recursos en el futuro. Según la teoría de la tasa de preferencia social temporal, al darle una tasa de descuento elevada, indica que la comunidad preferiría aprovechar los recursos en el presente que en el futuro. Esta lógica es fácil de entender: vivimos en el presente y queremos usar lo que nos da nuestro entorno ahora, sin pensar en lo que vamos a querer en el futuro, puesto que ni lo sabemos. Sin embargo, esto supone una traba en la conservación de ecosistemas. Al desvalorar el recurso en el futuro, se elimina la necesidad de conservarlo, puesto que tiene más valor en el presente que en el futuro.

La razón de esta tasa de descuento elevada es que los pescadores obtenían a duras penas lo suficiente para pasar el día. ¿Cómo se podían preocupar de los recursos que tendrían en el futuro si no tienen lo suficiente para cubrir sus necesidades en el presente?
Tras estos primeros dos años, Carbono Azul ha proporcionado la oportunidad de conservar la especie con el embrión más grande del reino vegetal, fomentar el desarrollo de tecnologías locales, y lograr la plantación de más de 105 mil plántulas en 16 hectáreas de siembra.

Este tipo de programa no se debería limitar a los países en desarrollo; los países desarrollados somos los que más tenemos que aprender del modo de desarrollo que estos países están intentando llevar a cabo, un modo de desarrollo que no hemos aplicado en el pasado, razón por la cual ahora estamos sufriendo las consecuencias, y que rehusamos en aplicar en el presente.

Hay miles de formas de conseguir un desarrollo social y económico sin poner en peligro el medio ambiente. Aquí en Catalunya, debido a la necesidad de salir de esta crisis, se va a permitir la construcción de varios proyectos, como el de Barcelona World que se plantea construir al lado de un parque natural en condiciones precarias, el Delta del Llobregat. Si sólo la sociedad, políticos, economistas y demás personas involucradas en dicho proyecto estuvieran al tanto de todas las alternativas posibles, no estaríamos poniendo en peligro el futuro de estas zonas protegidas. Propongo, en vez, analizar proyectos que incorporen la riqueza del medio en el cual vivimos y, si aquí no encontramos inspiración para llevarlo a cabo, usar ejemplos que demás países están incorporando, como lo hace el proyecto tan innovador como lo es Carbono Azul, y agradezco haber tenido la oportunidad de presenciar cómo se lleva a cabo dicho proyecto.

Sarah Paradis Vilar